INGLATERRA NO SE VA, SE QUEDA DONDE SIEMPRE HA ESTADO.

INGLATERRA NO SE VA, SE QUEDA DONDE SIEMPRE HA ESTADO.

Y como Cartagena no necesita enemigo alguno, ni aún a Murcia capital, teniendo a los “cartageneros profundos” que la defienden y la aman; en su devenir diario, fijándose en Cartagena y lo que hacen sus padres y madres patrios locales ciudadanos, se comprende perfectamente cual ha sido la postura de Inglaterra en relación a Europa, y, concretamente a España o Cartagena.

Porque la mayor empresa que rige ordena y manda en la agricultura cartagenera, es inglesa. Y le siguen en importancia algunas alemanas y francesas; Pero, lo que sí está claro y diáfano es que España, antes en la mar, tenía que condicionar sus navegaciones al capricho de sus “amigos o enemigos” ingleses según los nobles estuvieron o no a partir un piñón y cama. Y aquí, en Cartagena y su campo, con unos muy pocos latigueros al frente, Inglaterra es y seguirá siendo la dueña y soberana de la verdura que se cultiva en los campos cartageneros, en un placer europeísta, que se ve que hace llegar al orgasmo a nuestros polítiquillos actuales.

La queja por semejante y sangrante irregularidad que no tiene un contrapartida comercial que estabilice la balanza, siempre, a semejanza del llanto pueblerino de Cartagena con Murcia, solo mantiene una línea de publicidad, que en el caso de Inglaterra – España, la queja arranca de España por siglos hacia Inglaterra, mientras los ingleses hacen, guardando silencio, lo que les da la real gana, y, encima, suelen ser baboseados cuando aparecen en el horizonte económico español.

En las relaciones Cartagena Murcia, porque Murcia, a semejanza con la relación Inglaterra-España, nunca o rara vez pronuncia el nombre de Cartagena, el sueño dorado de los políticuchos cartageneros que nos han llevado al punto de no retorno de una normalidad vecinal, radica en el hecho de que “Murcia” les de “amparo y protección”, y, entonces, se vuelven incombustibles políticamente hablando, caso actual que estamos padeciendo.

Si se va Inglaterra, que se va, y algunos le llevaríamos encantados las maletas si hiciera falta para que se vayan, dejan por delante una situación en el campo cartagenero, que, en principio, parece que va a variar algo, supuesto que Inglaterra ha pasado a no ser un miembro (nunca lo ha sido) de la Unión Europea, y, por lo tanto, ya sus empresas no pueden gozar del privilegio de la libre circulación de hombres, mercancías y capitales; pero en Cartagena, vía los “agujeros negros” que significan los paraísos fiscales, todos en manos inglesas y vaticanas, no va a pasar absolutamente nada, sino que las responsabilidades de las contaminaciones sobre los suelos cultivados, si ahora y estos años atrás han sido palomos volando, en adelante no vamos a ver ni los vuelos de tantos “anglófonos” como van a llenar las organizaciones agrarias cartageneras.

Inglaterra, ante su arte especial de poner políticos y no políticos españoles de su parte e interés, enviando por delante a sus primos hermanos los EE.UU. hasta el día de hoy, lo único que han beneficiado con su amistad a España y al campo de Cartagena, se puede encuadrar perfectamente en la fácil relación parásito – parasitado que nunca se ha procurado de un líquido desparasitador.

Y si Inglaterra hace ya siglos que le tomó la medida a la Península Ibérica y tan solo le hace falta que la preñe, Murcia, cuestión de unos cincuenta años para acá, le ha tomado la medida a una Cartagena llorona y apática. Y así como Inglaterra parasita a la Ibérica, pero no la ha preñado y tiene que, generación tras generación, pagar las fidelidades; en el caso de la relación Murcia-Cartagena, no se necesita esfuerzo alguno, supuesto que, en la intimidad, los políticos y la mayoría de los cartageneros, hablan murciano.

Salud y felicidad. Juan Eladio Palmis.

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