Salamanca y Cartagena

Si el exquisito saber salmantino pudiera espolvorearse como si fuera polvo de azúcar por Cartagena, a lo mejor esos miedos, visto lo visto, de ser provincia, se alejaba de una ciudad, que si generalmente ha caído en malas manos administradoras, sí fuera provincia con un elenco político semejante al actual, en verdad que sería de necesidad el cambio de residencia de muchos cartageneros a otros lares para poder levantar el puchero, ya que, aunque exista la creencia, toda la gente de una ciudad no puede ser empleada del ayuntamiento.

Cartagena, inundada de lleno por el clan navarro, muy lejano del saber español salmantino y, encima, con las aparentes tremendas ventajas sociales que ofrecen en principio las llamadas o conocidas como mafias blancas, a medio y largo plazo, y estamos en él, como su comportamiento es como de cuadrilla minera que no crea nada, y se limita a explotar el filón, al final lo agota, y hay que cerrar la explotación, situación laboral en la que nos encontramos en Cartagena.

Salamanca está ahí, sobresaliente en sabiduría, que, como clan de cultura y culturizador, no ha necesitado gestar: crear ningún grupo de lista de miembros clandestinos como Navarra, para que, a semejanza con la Cultura Helénica, Salamanca sea un faro de referencia en los mejores saberes de esta Península, que todos los grupos humanos, salvo los meteoros como la lluvia que trae más que se lleva, cuando vienen a ella, por acabar acaban hasta con los higos verdes sin madurar de las higueras.

En Cartagena, aunque uno sienta los arreones de la provincia y la necesidad social y económica de ella, visto lo visto, hay veces que uno se enfría en el asunto porque son ya muchos años de fracasos sociales locales; de ir de capa caída, cacareando y sin plumas, sin que el único resorte de queja que se lleva a cabo con plenitud desde la ciudad, es un llanto cansino, monótono, que más parece un canto que un llanto de acción efectivo reivindicador.

Ahora bien, si el saber español salmantino dice y se expresa con la necesidad de ser Autonomía, seguro que lo será, porque Salamanca tiene un poder cultural muy superior a todo el resto de España; y será, sin duda de ninguna clase, no como en caso de Cartagena y su afán de ser Provincia, un beneficio para todo aquel que se suba en un tren cuya locomotora sea Salamanca, mientras que la autonomía de empuje cartagenero brilla por su ausencia de unos cuarenta años para atrás, y tan solo resta actualmente un  cacareo que solamente mira su jornal,  monótonamente haciendo lo mismo.

Si Cartagena, año tras año está jugando y utilizando políticamente  el sentimiento que arrancó en el Cantón y lloró profusamente aquel trágico seis de enero de 1.874 cuando murieron de una desconocida explosión más de cuatrocientos vecinos en el llamado Parque de Artillería, pero nunca ha materializado documento alguno al respecto de su deseo de ser capital de una comarca natural, que no sea vivir políticamente del recuerdo, no se comprende semejante camino y afán.

Porque, incluso, en un colmo de crueldad ciudadana cartagenera, en compensación a tanto sacrificio y dignidad cantonal por parte de una ciudad entonces de gentes diferentes, un beneficio logrado piedra a piedra por las manos de los cartageneros, ganado al mar dentro de su bahía para tener puerto comercial y recreo para los vecinos, no hace ni veinte años que le fue burlado a la ciudad desde su ayuntamiento con el silencio que ya se ha hecho habitual.

Por tanto, es muy lógico que se tengan ciertas dudas respecto a si lo de la Provincia de Cartagena es un sí sin peros ni posturas de clanes de ninguna clase.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.