EL ARRIAL O DURO ESPAÑOL

Hubo un tiempo, no muy lejano, que el duro español, lo que llamaban en la hermosa, bulliciosa y amable ciudad de Tánger y en todo el sorprendente para bien territorio de Marruecos como Arrial, que juntamente con la peseta eran muy apreciados como moneda, a pesar que nuestros “grandes amigos” los ingleses, desde Gibraltar, a pecho descubierto falsificaban las dos unidades de comercio españolas.

El nacionalismo, en esta España de mirar siempre hacia afuera, se ha entendido y se sigue entendiendo como que a base de palabras es como se solucionan los problemas. Y así tenemos que cualquiera que tenga “el pico” un poco despejado, sabe que haciendo un partido político, a él nunca le va a faltar manteca para extenderla sobre el pan; y los demás que se jodan.

Ante un caso como el expuesto de falsificar moneda de otro país, de haber sido al contrario, Inglaterra hubiera metido sus buques de guerra hasta en las calles de Madrid; pero en España, algo que estaba perjudicando enormemente la economía del país, en vez de tener el apoyo popular en su contra, todo el pueblo español decía que era culpa del gobierno que no se preocupaba, al tiempo que los españoles, pese a que entonces el viajar no era tan placentero como ahora, no dejaban de visitar el Peñón de Gibraltar por si podían trincar algo.

Es probable que el mayor arrojo popular de gente que se sintió gente, se haya dado en España en la década de los años sesenta del siglo XIX, cuando, aunque breve, se culminó todo con el nacimiento de la hermosa Primera República, a la que le hicieron y le dijeron de todo desde sectores sociales que después, se comieron realmente los mocos a puñados.

Somos totalmente incapaces de resolver nuestros asuntos privados, y mientras en la mayoría de los demás países primero cuecen las habas para ellos, aquí se le echa agua al fuego y se mira al “señorito” de turno por si ordena que se eche otro caldero más de agua al juego, y que en vez de habas, se coma lo que antecede a las habas en el popular refrán de la zona.

Al final, una vez que ya se ha politizado todo el terrible problema del coronavirus, España, pueblo y políticos, hemos demostrado que estamos a la altura de donde estamos no porque seamos unos incomprendidos, sino porque nuestras miserias nos las ganamos a pulso y le echamos la culpa al gato.

El comportamiento de partidos políticos y de pueblo, en general, está dejando muy claro y conciso que España es una país egoísta, que tanta sierra, tanto monte como se eleva a lo ancho y alto del territorio nacional, no es fruto del comportamiento de las placas tectónicas, sino que todo obedece a que, a no tardar, detrás de cada cerro va a existir una taifa, y alguien soplando para que el monte se haga una muralla infranqueable.

Gusta decir, como señal de gente indómita (que nada tiene que ver con gente egoísta y despeinada) que España es diferente. Y puede que el diferencial en España radique que los nacionalismos sean egoísmos elevados a potencias exageradas. Y en situaciones de colaboración social como la actual, estamos ejerciendo y haciendo lo que mejor sabemos hacer: joder la marrana.

En España, donde las cigüeñas pelean por el nido, aunque esté lleno de caca seca, o no tardar saldrá algún partido político que llevará una cigüeña en el trapo de su bandera.

Entre otras muchas cosas porque águilas no quedan.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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