EN MI HAMBRE MANDO YO, Y VIVAN LAS CAENAS EN CARTAGENA

EN MI HAMBRE MANDO YO, Y VIVAN LAS CAENAS EN CARTAGENA

El Abú Rey del francés Alfred Jarry, autor precursor de lo absurdo y el denominado surrealismo, podía ver muchos ejemplos sociales de su sentir en una sociedad cartaginesa derrotada, que quiere dormir con sus hambres, adorando y besando sus “caenas”.

Lo absurdo, lo grotesco, vive y callejea en una ciudad hundida, donde pasan los días, y la olla de la corruptelas se levanta y hace hervir una expresiones surrealistas, en unos individuos que se han apoderado del cajón municipal, parapetados, escondidos, emboscados, en unas actuaciones cómodas para su tremenda cobardía social, en la sabiduría de que una ciudad derrotada con echarle las “pelauras” de lo devorado, se conforma y es feliz.

Intentar hablar con un concejal de la Trinca municipal, para el caso el de Sanidad, responsable de que en su municipio se estén cometiendo abusos con los enfermos por parte del “sistema” que quiere que desaparezca la seguridad social pública. Y siguiendo instrucciones de los partidos políticos, se quiere llegar a que la sanidad sea un bien para los pudientes económicos, es imposible contactar, porque siempre sale la voz por teléfono de una “servidora del concejal” que te informa de lo apretado de la agenda del gachó, porque existe mucha competencia política en cuantico se barrunta la posibilidad de un negociete.

Intentar hablar con un político de los de postín, instalado en la capital de la cortijá, con el fin de ponerlo en antecedentes de las arbitrariedades del citado sistema respecto a la destrucción imparable del área de Salud II de la cortijá murciana, aunque ya uno parte con la sabiduría que no sirve para nada, el corolario final es que después de una pérdida de tiempo en el teléfono, el final siempre es el mismo: los mandas a tomar por culo, porque no dan la cara; y mucho menos cierto nivel de talla social que sería exigible.

La degradación social que el autor francés citado al principio, detectó en la sociedad francesa corriendo el año de 1.896, está plenamente instalada en Cartagena, donde sobran remeros para atarlos en el banquillo de las galeras que están ancladas en la inmensa mayoría de los organismo públicos creados y funcionando para el beneficio particular y privado de los funcionarios en cuestión, sonadores de los tambores que marcan su ritmo de boga, muy lejanos de tener puertas abiertas para atender al ciudadano, que se tiene que conformar, ¡vivan las caenas!, con verlos vestidos de domingo y peinadas de peluquería.

Sin ventanillas donde poner exponer y reclamar justicia; con diligencias judiciales abiertas que viajan en diligencia que se atasca en el barro de los charcos y se quedan paradas como buques encallados en los arrecifes, la sociedad cartaginesa, ni es democrática ni lo puede ser, porque el funcionariado político y los políticos no se van a bajar de la burra porque cualquier vecino intente afearle su conducta, supuesto que sus niveles de recogida de euros van de cosecha buena a cosecha mejor, y fabulosa.

Al ayuntamiento de Cartagena, ya no le cabe más indignidad y despreocupación por sus vecinos. Y los vecinos, al mejor estilo de las llamadas marcas blancas, no quieren poner sus nombres en afear ninguna conducta pública, porque la resultante de toda sociedad emboscada, es que en los recovecos de los caminos surgen los trabuqueros, que disparan a matar.

Pero es verdad que solo faltan, y puede que pronto se alcen al mejor estilo yanqui, alambradas en las calles y en los barrios para dejar las calles expeditas para que circulen los coches oficiales con el político y sus cuatro asesores de imagen.

Salud y Felicidad sin covid-22. Juan Eladio Palmis.

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